Eduardo Puig Miñana «VALENCIA»; «CARREGA»; «EDUARDO»
Nacido en Beniarjo (Castellón) en 1918 – asesinado el 21 o 23 de febrero de 1948 – Músico – PCE – AGL, sector 17 ° – Valencia (Levante) – Teruel (Aragón)
El ex teniente de carabineros, Eduardo Puig Miñana Valencia había sido originalmente parte de la guerrilla urbana en Valencia, donde 6 octubre de 1945, con Antonio Vargas Gan Cubano Manuel Martínez Ferrándiz y Arcadio Martínez, participó en el ataque contra el Banco Popular de Previsores del porvenir . En 1946 fue miembro del grupo llamado «Vanguardia» y participó con Francisco Serrano Corredor Pepito líder del grupo, El Boxeador y Manuel Martínez, en un ataque contra un banco en El Castellar (Teruel). Luego, con Florian Garcia Velasco Peque , participó en el ataque en Valencia de una sucursal del Banco de Vizcaya que acababa de ser inaugurada.
Luego se unió a la Agrupación guerrilera de Levante (AGL) y cuando el sector 17 se dividió en dos (17 y 23) fue nombrado responsable de uno de los dos batallones del sector 17. El 19 de diciembre de 1947, durante el ataque a su campamento en Cabra de Mora (Teruel) por la Guardia Civil, fue herido pero logró escapar.
Eduardo Puig Miñana Valencia fue, asesinado el 21 de febrero, 1948 después de matar al guardia Alfonso Esperanza Criz e hiriendo a otro durante un enfrentamiento en Los Cantos-Puebla de Arenoso (Castellón).
Fuentes: F. Romeu Alfaro «La Agrupación …», op. cit. (dice que fue asesinado el 21 de enero de 1948) // F. Aguado Sánchez «El maquis …», op. cit.// A. Sorel «Busqueda ….», op. cit. // J. Sanchez Cervello «Maquis …», op. cit. // FS Cava «Los guerrilleros …», op. cit.//
Del autor Luis Mas Collado y su libro Puebla de Puebla de Arenoso donde a recogido testimonios del suceso de Eduardo y otras aportaciones muy interesantes , a la espera de su publicación definitiva por el municipio de la Puebla de Arenoso a la que a cedido sus derechos.
CAPITULO III , SIGLOXX
MARRUECOS, LA GUERREA CIVIL Y LA DESPOBLACIÓN
9. LOS CANTOS, EL MAQUIS Y EL CANAL DE LA MUERTE
Como el mismo Franco dijo, la guerra no había acabó en el 39. La oposición al régimen instaurado comenzó por parte de la CNT y el PCE, ayudando a los militantes en prisión y a sus familias. También fueron oposición los exiliados republicanos y los que se habían escondido en los montes buscando escapar de la persecución, los cuales serían el principio de los primeros núcleos guerrilleros.
La negativa de aceptar a España en la ONU (Stalin quería la ruptura de toda relación con el gobierno de Franco pero se llegó al acuerdo que Estados Unidos, la URSS e Inglaterra se opondrían a la entrada de España en la Organización de Naciones Unida) creó en la oposición, tanto del interior como la del exilio, la ilusión de un posible retorno de la República que se concretó en el aumento de la actividad guerrillera.
Las zonas rurales fueron las que más padecieron la actividad del maquis y la represión que se ejerció sobre ellos por parte de la Guardia Civil fue incesante, principalmente porque al estar en zonas alejadas de las miradas internacionales la represión se realizaba siguiendo criterios de guerra sin cuartel. La política franquista fue elaborar la Ley de Bandidaje y Terrorismo en abril de 1947, con «especiales medidas de represión», controlando la población para combatir «las más graves especies delictivas de toda situación de posguerra».
No resulta sorprendente que durante esos años se mantuvieran destacamentos de la Guardia Civil en poblaciones tan pequeñas como La Puebla, Olba o Los Pertegazes, incluso en la central eléctrica de Los Cantos existía un retén porque se consideraba “zona de guerra” debido a la presencia de partidas guerrilleras aunque, en la documentación elaborada por la Guardia Civil, nunca se reconoce que estos grupos formasen parte de una oposición armada al régimen, siempre se les califica como grupos de forajidos, bandidos, bandoleros o malhechores sin connotaciones políticas.
Cuando analicé el censo de la Puebla perteneciente a 1951 me sorprendió la cantidad de guardias civiles censados, once. Un número que a simple vista me pareció desproporcionado, luego al comprobar la actividad que estaba desarrollando el maquis comprendí la existencia de tan gran número de efectivos.
Entre los años 1947 y 1951 las acciones del maquis se hicieron notar con acciones violentas de sabotaje, enfrentamientos armados en cuarteles de la Guardia Civil, robos de armas, etc. El ataque más sonado sin lugar a dudas el descarrilamiento del ferrocarril Central de Aragón entre Barracas y Rubielos del año 1947 y la reacción que tuvo el maquis ante la masacre de Monroyo, en donde la Guardia Civil sacó de la cárcel de Alcañiz a un grupo de personas sospechosas de colaborar con la guerrilla y las ejecutó sin juicio alguno el 11 de noviembre de 1947, 12 eran de Alcalá de la Selva y 11 de Mora de Rubielos. Sus cuerpos quedaron abandonados hasta que fueron descubiertos por un camionero que lo notificó a la Guardia Civil y fueron enterrados en una fosa común del cementerio de Monroyo.
Al enterarse los miembros de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón de semejante acción planificaron la reacción, llevando a cabo diferentes golpes de mano, entre los cuales estuvo la ocupación de Gúdar (Teruel) el 28 de octubre donde detienen a varias personas colaboracionistas con el régimen que fueron juzgadas y sentenciadas a muerte cumpliéndose en el acto.
La Guardia Civil los persigue y encuentran su campamento el 19 de diciembre 1947 en Cabra de Mora (Teruel), lo atacan y Eduardo Puig Miñana es herido en una pierna a pesar de lo cual logró escaparse y se dirigió primero a Olba y luego a Los Cantos.
Eduardo Puig Miñana había nació en Beniarjó (Gandía, Valencia) en 1918. Durante la guerra fue teniente de fusileros y acabada ésta pasó a los grupos de guerrilla urbana del PCE que operaban en Valencia. En agosto de 1946 se incorpora a la Agrupación Guerrillera de Levante en el 17º Sector, muere el 21 o 23 de febrero de 1948 según las fuentes que miremos.
Aquí nos detendremos para explicar los acontecimientos ocurridos siguiendo dos fuentes de información, la documentación de la propia Guardia Civil y el testimonio de Roque Moya, vecino de Olba que apareció en la revista Mijares Vivo publicadas en los nº22 y nº23 del 2014
Los protagonistas del suceso son Juan Esteban y Carmen Salvador su esposa, además del guerrillero Eduardo Puig Miñana y los miembros de la guardia civil.
Roque Moya nos cuenta quien era Juan Esteban y su mujer Carmen:
“El protagonista de nuestra historia se llama Juan y es vecino y nacido en el barrio de la Tosca en una casa ya derruida por las riadas junto al río hace varios años.
Este hombre, al empezar la Guerra Civil, en 1.936, lo cogió haciendo el servicio militar en el cuerpo de la Guardia Civil. Quizás tendría unos 20 años. A continuación lo pasaron al ejército republicano, al cuerpo de Infantería con la categoría de teniente. Y precisamente le destinaron durante un mes, aproximadamente a preparar e instruir un batallón de soldados, de unos tres o cuatrocientos soldados recién ingresados en el ejército republicano. Junto con los demás mandos militares estuvo aproximadamente un mes dando marchas a estos soldados equipados con uniforme y armamento militar; lo destinaron por Olba y pueblos cercanos.
Recuerdo que en un mes pasó por el barrio de los Moyas de dos a tres veces con todo este grupo de soldados, de marcha por estos caminos de caballerías. Se subían por el camino de la Puebla en fila y terminaba por el Pilón de la Venta. Y a los ocho días asomaban por la ermita de San Pedro, por el camino del Santo, los Moyas, y otra vez el mismo recorrido. Olba, la Puebla, San Agustín y así sucesivamente.
Recuerdo que mi madre le dijo en una ocasión “¡Dónde llevas a estos pobres hombres por estos caminos de cabras, que los vas a destrozar!” y el contestó que la misión que tenía era de forjarlos y formarlos para que, cuando tuvieran que ir al frente, a las trincheras a pegar tiros, ya estuviesen curados del cansancio, del hambre, del calor y demás problemas…incluso del miedo.
Llevaban entre las tropas un grupo de 8 ó 10 mulos cargados de calderas, sartenes y utensilios de cocina, junto con sacos de lentejas y arroz, chuscos de pan, latas de conservas y embutidos, etc., y todo lo necesario para alimentar al personal y pienso para los mulos.
Así, cuando encontraban un pinar para ocultarse de la aviación, acampaban, encendían fuego y hacían la comida para todos, descansaban un tiempo y seguían la marcha. Cuando se les hacía de noche, normalmente dentro de algún pueblo, pasaban la noche en pajares y casas viejas que los ayuntamientos obligaban a tener libres para eso, para darles cobijo; aunque más de una vez tendrían que dormir en el campo, a la intemperie: para eso les daban una manta a cada uno.
Ya una vez terminada la Guerra Civil, el señor Juan, como todos los soldados, tuvieron que seguir su camino. Volvió al pueblo y se puso de novio de una chica de los Cantos, festejaron un tiempo y transcurrido este se casaron y montaron una tienda en la casa de la novia que tenía un poco de cada cosa artículos de limpieza, cacharros de cocina de aluminio y de porcelana, latas de conserva, herramientas, etc..
Esta fue la manera de ganarse la vida que decidieron y daban servicio al barrio de los Cantos y al de la Monzona que, en aquel momento estaban totalmente ocupados de vecinos, Él, cada mes, aproximadamente hacía un viaje a Zaragoza para comprar género en un almacén y por el tren se lo mandaban a la estación de Rubielos, y de allí se lo bajaban a Olba en una camioneta, En Olba se lo recogían y se lo guardaban en el estanco y de allí a los Cantos se lo bajaban en una caballería en varias veces.”
Sería una tienda semejante a la de Arturo en la calle Aragón donde había de casi todo lo que no se podía sacar de las pequeñas huertas que tenían los vecinos o los animales que cada casa tenía. En las masías el pan se cocía en el horno comunitario para toda la semana, el vino salía de las viñas que cada uno podía tener, el jabón del aceite de freír, así que en ese tipo de tiendas se podía comprar albarcas, chocolate, café, algo de chucherías, gaseosa, latas de conservas, sardinas de bota, etc.
Era el mes de diciembre cuando los maquis, huyendo de la guardia civil aparecen por Los Cantos con Eduardo herido, los antecedentes previos son recogidos en el informe oficial:
“El día 18 de diciembre próximo pasado fue encontrado por la fuerza del puesto de Mora de Rubielos en el monte denominado “Carrancho” término municipal de Cabra de Mora, un campamento de bandoleros con los cuales sostuvieron tiroteo teniendo más tarde noticia había resultado herido el Jefe de dicho Campamento, o sea el que mandaba aquella fracción perteneciente al 17 Sector practicándose gestiones por la fuerza del 133 comandancia y muy particularmente por el Capitán de la 4 Compañía a cuya demarcación pertenece el lugar donde los hechos se desarrollaron.-
Por el Capitán citado se consiguió en el día de ayer una pista definitiva teniendo noticias de que se encontraba el herido en el pueblo de Olba (Teruel) a donde se trasladó con un grupo de fuerza para proceder a su detención pero una vez en la localidad citada se enteró había ido al barrio de los Cantos, término municipal de Puebla de Arenoso (Castellón) marchando rápidamente a este último punto y localizada la casa donde el bandolero se hallaba oculto procedió, una vez tomadas las precauciones precisas a efectuar un reconocimiento en unión de la dueña de ella penetrando en la misma dicho Capitán, un Brigada y un Guardia…”
La versión de Roque concuerda con el informe oficial pero el punto de vista es desde otra perspectiva donde narra los acontecimientos previos a la llegada de la guardia civil:
“una noche, sobre el año 1945, se le presentaron en casa unos maquis con un mulo y un hombre sobre él que no podía andar porque tenía el hueso de una pierna roto debido a una bala en un encuentro con la guardia civil en alguna masía y le preguntaron si lo podía recoger unas semanas hasta que se pusiera mejor.
Suponemos que, seguramente, se debían de conocer de haber estado juntos en la guerra. El caso es que aceptaron y aquí empezaron las desgracias.
Juan se puso en contacto con el médico de la Puebla de Arenoso para que subiese una vez o dos por semana para curarlo y aceptó, suponemos que no sabiendo que era un maqui. Pero la curiosidad de los vecinos, que siempre ha sido importante en los pueblos empezó a trabajar y se dieron cuenta de que entraba el médico en casa pero los vecinos de la casa andaban por la calle tan frescos y alguien del barrio, por algún medio, se enteró de que allí habían maquis, no sabía cuántos,
pero, sin pensarlo más ni pensar en las consecuencias que podía tener, dio el chivatazo a la guardia civil que, de inmediato, dieron el aviso de alarma a todos los cuarteles que había por los pueblos cercanos: Mora, Sarrión, Rubielos y Olba, que también tenía un cuartel en la central de los Pertegaces y otro en el pueblo.
Aquella noche ¡la que se armó!
Yo venía con mi padre de trabajar unas tierras del Bayo y ya era casi de noche y justo cuando llegamos al Pilón de la Venta desde allí hasta los Moyas nos encontramos veinte o treinta guardias civiles, todos armados con el fusil o la pistola, Y no estoy exagerando, quizás me quede corto.
Y después de entrar en casa todavía seguían pasando por la calle más guardias, los sentíamos por el ruido de las botas. Nosotros no nos enteramos de lo que pasó hasta el día siguiente, que ya se corrió la noticia de lo que había pasado, pues yo calculo que se juntarían un centenar de guardias o más para cazar a un solo hombre, porque yo creo que, de la parte de Castellón también subirían unos cuantos.
El caso fue que una vez reunidos rodearon la casa y con unos micrófonos empezaron a dar voces diciéndoles que salieran y se entregaran, que si lo hacían les perdonarían la vida… el cuento de siempre.
Ellos no sabían cuantos había dentro de la casa. El caso fue que, como lo del micrófono no dio resultado y el maqui sabía que lo de perdonarle la vida era mentira, no salió y decidió vender su vida a cambio de cargarse todos los que pillara por delante. Entonces la guardia civil pensó mandar dos guardias dentro de la casa para que le cogiesen…”
Roque no menciona que la guardia civil, en el reconocimiento de la casa, usaron a Carmen que estaba embarazada, tampoco la guardia civil se detiene a explicar el estado de gestación en que se encontraba la mujer de Juan y del peligro que suponía participar en el reconocimiento de la casa.
El informe oficial sigue diciendo:
“…siendo agredidos desde una de las habitaciones altas con fuego de pistola resultando herido grave el Guardia segundo….y seguidamente fue herido el Cabo…por una bomba de mano que desde la ventana del primer piso fue arrojada por un bandolero a la fuerza que rodeaba la casa.”
Viendo la resistencia que se ofrece el capitán de la guardia civil pide refuerzos y material bélico para continuar el asalto, solicitando también una ambulancia para transportar al herido y al guardia civil muerto.
Una vez recibidos los refuerzos se disponen a poner punto final, aquí las versiones del informe y de Roque son diferentes.
En el informe oficial se dice:
“tan pronto como llegaron los referidos morteros se procedió a efectuar con ellos un intenso fuego sobre la casa que dio por resultado el que el perseguido intentase huir por la parte posterior pero como el cerco era completo cayó mortalmente herido por una ráfaga de subfusil a la 1´30 horas de la madrugada de hoy y el que antes de morir me manifestó llamarse Eduardo Puig Miñana (a) “El Valencia” natural de Gandía y que era el Jefe de la 3ª Compañía del primer batallón del titulado 17 sector, que estaba refugiado en la casa de Juan esteban dese el 28 del pasado mes de diciembre y que le curaba una herida que tenía en el pie el Practicante de la Puebla de Arenoso falleciendo poco después…”
Roque cuenta el suceso del asedio y su final con una actuación de las fuerzas de la guardia civil completamente diferente:
“Así que la guardia civil recogió toda la leña que los vecinos tenían guardada en las casas y, cuando ya tuvieron bastante rodearon toda la casa y le prendieron fuego. La casa empezó a arder por los cuatro costados y el maqui salió medio arrastras y saltó por una tapia que daba a la calle por un corral, pero al momento la soltaron una ráfaga de balas en las piernas y le dejaron más inútil de lo que estaba. Si no fuese por la pierna mala se les hubiera escapado pues entre el humo y la noche hubiera pasado inadvertido”.
Para Roque no fue el fuego de morteros lo que hizo salir de la casa a Eduardo sino la hoguera que hicieron con la leña que requisaron.
Mientras el informe acaba con la confesión de la identidad del guerrillero y su fallecimiento, el vecino de Olba tiene algo más que no aparece en el atestado:
“Lo cogieron preso y, al día siguiente lo pasaron los Moyas atado con sogas a lo alto de un mulo. Nosotros lo vimos pasar por delante de nuestra casa. Le habían puesto varias sogas en las piernas para que no se cayese y al cuello una soga con un nudo corredizo y de vez en cuando le pegaban tirones de ella para que cantase en donde tenía escondidos a los compañeros. Llevaba dos guardias por cada lado del mulo que lo iban escoltando…
…Y el maqui lo llevaban por la carretera seguramente al cuartel de los Pertegaces que era el que tenían más cerca pero se les murió por el camino. Muy normal, lleno de balas en el cuerpo y sin curarlo era lo que podían esperar y supongo que no consiguieron sacarle ninguna información.”
En la instrucción del caso se cita que Juan tiene una orden de detención y al practicante se le interroga. A Carmen se la llevarían detenida a Zaragoza.
Roque sigue contando lo que vio:
“También pasaron a la mujer de Juan esposada, camino de la cárcel de Zaragoza y embarazada de cuatro o cinco meses
La misma noche que prendieron fuego a la casa llegó a Olba el señor Juan, procedente de Zaragoza de comprar material. Él no sabía nada de lo que pasaba en su casa y suerte tuvo que, al llegar, fue al estanco a decirle al tío Benjamín que le recogiera el género cuando llegara y allí le puso al corriente y le explicó toda la historia de lo que estaba ocurriendo en su casa. Entonces Juan emprendió la huida sin pensarlo dos veces, porque, si lo pillan, aquella noche lo hubiesen fusilado en el acto,
Se marchó por los Ibáñez Bajos y los Lucas y cuando llegó al río Rodeche fue en dirección a la carretera de Cortes para coger un coche a Castellón y de allí escapar a Barcelona, salvando así su vida.
Yo, después de todo esto ya me marché a Barcelona y, pasado un año o dos, un día iba a trabajar y por los pasillos del metro, por debajo de la Plaza de España me encontré con él y nos saludamos y hablamos un rato. Después él se marchó, no sin antes advertirme que no dijese nada de nuestro encuentro pues él todavía andaba escondido, no sé ni me interesa saber dónde.
Ya no lo he vuelto a ver más. Supongo, por la edad, que estará muerto. A sus hijos no los conozco pero les mando un salud y les ruego que, si algún día leen esta historia de su padre, muy leal, muy noble y, sobre todo, muy valiente, que se la tomen a bien y se sientan orgullosos de tener un padre tan ejemplar y tan valiente por haber aguantado los golpes que la vida nos reserva, a veces dulces, pero, la mayoría, muy amargos.”
Estas son las dos versiones de los hechos que acontecieron en Los Cantos. Intentando localizar la casa donde se produjeron los hechos de Los Cantos, María Rosa Vilagrasa apuntaba hacia la casa que hace esquina con el Planíco, “En la pared tiene el nombre de calle la Fuente”, será cuestión de comprobar en los registros y cerciorarnos con seguridad porque en tal caso bien merecería formar parte de un recorrido histórico y turístico.
Los maquis siguieron dando golpes de mano por la zona entre Teruel y Castellón pero su fin estaba cerca.
El Congreso de los Diputados votó en mayo del 2001 el reconocimiento de los guerrilleros del maquis como luchadores por la libertad, pero no aceptó la anulación de sentencias pronunciadas por los tribunales militares de la dictadura. En la ley de memoria histórica no tiene todavía presencia y sigue siendo una cuestión pendiente.
Quiero acabar éste apartado del capítulo con un pequeño homenaje recordando a todos aquellos obreros que perdieron sus vidas como consecuencia de de las condiciones de trabajo que sufrieron durante la construcción del llamado “canal de la muerte”. Ellos también fueron víctimas del franquismo.
No empuñaron las armas contra la dictadura como el maquis, pero la dictadura los mató como consecuencia de de las duras condiciones laborales que sufrieron en la obra de un túnel que debía desviar el agua de río Mijares hasta las turbinas de la central hidroeléctrica de Los Cantos. El régimen, en su afán por normalizar la economía de postguerra y dar una imagen de normalidad, quiso priorizar a toda costa el abastecimiento de energía eléctrica para dar servicio a la industria y a los hogares, y es en ese contexto histórico donde se incluye la construcción de la central de Los Cantos.
La obra se realizó entre los años 1947 y 1951, un período que coincide con el aumento de la actividad de los maquis en la zona, lo que conllevaba unas medidas de seguridad extremas en relación con la guardia y custodia del material explosivo. Mechas, detonadores y dinamita se bajaban al destacamento de la guardia civil en Los Cantos durante los fines de semana en prevención a un ataque guerrillero.
No se tenía el mismo cuidado con la salud de los trabajadores empleados en el túnel, al contrario. Las prisas por disponer de otra fuente más de energía eléctrica significaron la muerte de casi un centenar de trabajadores, como consecuencia de enfermedades pulmonares, principalmente silicosis provocadas por la ausencia de medidas de protección adecuadas.
Muchos paisanos de la Puebla, Olba, Fuentes y San Agustín vieron en la construcción del túnel una oportunidad para salir de una economía rural de supervivencia, donde el precio del trigo estaba intervenido y la huerta sólo permitía el autoconsumo. El cambio de jornaleros a obreros con un salario que hiciera más llevadera la economía familiar significó la muerte de numerosos trabajadores.
Entraban en la bocana del túnel, con la presión de los capataces, cuando todavía la polvareda de las explosiones estaba en el aire y casi no se veía. Un simple pañuelo en la cara era su máxima protección frente al polvo en suspensión. Las consecuencias se vieron años más tarde cuando fueron enfermando. Cualquier protesta era impensable y la posibilidad de reclamar indemnizaciones también.
Al régimen “salvador de España” le interesaba mostrar al mundo democrático que se tenían los recursos suficientes para salir por si sola del estado en que la guerra había dejado al país y luego poder hacer gala del milagro económico español, un milagro a costa de la vida de paisanos nuestros que permanecieron en el anonimato hasta agosto de 2017 donde el pueblo de Olba quiso rendirles un homenaje colocando una placa en su memoria.
“A LAS VICTIMAS DE LA IMPUNIDAD Y LA INJUSTICIA”
Desde esas líneas vaya también el homenaje a las víctimas de un tiempo y unas circunstancias donde la vida humana fue menospreciada con el pretexto de la modernización de un país.
Cuando un gobierno y unas élites que actúan así, lo único que se puede hacer es que caiga sobre ello el olvido que merecen los verdugos y que las víctimas reciban la consideración y el reconocimiento que merecen por su trabajo.